junio 17, 2012

Tejido de soñadores

Finalmente estoy aquí en esta esquinita ¡Cómo la extrañé! El asunto es que desde hace algunas semanas he estado súper absorbida en algunas actividades y el tiempo libre no ha abundado. Es más, cuando aparece un hueco en la rutina, abrazo ese espacio con alegría y me tomo unos instantes para escucharme, para cerrar los ojos, para respirar y sentir. Eso me oxigena y me nutre pues el proceso de recomenzar la vida en otra latitud es un gran privilegio, pero también es exigente.

Lo cierto es que en esos instantes de serenidad y tranquilidad lo que hago es pensar en lo variopinta que se ha vuelto mi interacción social aquí en Montréal. Caminar por la calle, subir a un autobús, tomar el metro, hacer mercado, ir al cine, a un museo, a un parque, es constatar que aquí en esta tierra hay un tejido colorido de idiosincrasias, de acentos, de sabores y de sueños. Vivir entre ese mosaico, les juro, es más que interesante.

Uno aprende a identificar y a respetar las costumbres de tantos que llegan a este país buscando una vida mucho mejor, y que salen a la calle todos los días con un pedacito de su tierra en la piel y el alma. Eso se nos nota a todos los inmigrantes. Se nos ve en los ojos. Se nos siente en la voz. Cuando alguien habla tan sólo para preguntar por una dirección, aflora un magnífico acento extranjero que lo que grita desde el fondo es: “Aquí estoy, luchando y esforzándome por mí y por mi familia para alcanzar mi sueño de una vida plena, justa y tranquila”.

Intercambiar con los soñadores de esta Île de Montréal es enriquecedor. Marroquíes, egipcios, italianos, ucranianos, sirios, brasileros y demás. Quién me iba a decir que al traspasar las fachadas iba a encontrar yo que en el fondo hay tantos valores compartidos, tantas prioridades, incluso tantas ilusiones y miedos. La amistad se asoma y vuelve invisibles las barreras. Se imparte una lección diaria de humildad y no me gusta llegar tarde a ella.

Lo que provoca es salir a la calle y agradecerle a la ciudad por habernos recibido, a descubrirla sin descanso y a integrarse. Montréal tiene un aire fresco y cordial. Me gusta respirarlo y me gusta saberme más conocedora de esta urbe. Sé que un día voy a confesar que se ha ganado mi corazón. Eso lo presiento. Para eso me dispongo y trabajo. Por ello, me abro.

Que la apariencia se quede presa donde sea que se haya perdido, porque yo lo que quiero es seguir bebiéndome este delicioso coctel de simplicidad.


4 comentarios:

  1. Vero querida:
    Siempre has tenido la cualidad de analizar con todos tus sentidos las distintas situaciones de la vida y en esta nueva etapa, esta particularidad te servirá de mucho,, de hecho, lo estás demostrando...
    El símil que usaste está adecuado para describir el mundo que están descubriendo. Hay variedad de colores, pero se conjugan entre sí de tal forma que se hacen uno.Igualmente de esta forma ustedes se complementarán a esa "variopinta" interacción en Montreal...
    Adelante!!!

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  2. Gracias mamita del cielo! Eres hermosa.

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  3. Bello post.... Una de las cosas interesantes de ser inmigrante en países de inmigrantes no es solo conocer a los locales, sino a la gente que ha hecho de ese país su nueva tierra... Canadá es un país de inmigrantes, así que se encontrarán con infinidad de culturas interesantes. Lo más bonito de todo, es la tolerancia que existe en esa sociedad para poder vivir todos juntos respestándose...
    Un besote y que sigan descubriendo la ciudad y sus encantos!

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  4. Es así, Yoli. Canadá es un entramado muy interesante de culturas, un país que nació entre inmigrantes, y es por eso que hoy uno vive aquí y se siente parte del paisaje, además de que se respira el respeto por el individuo. Excelente ventaja desde ese punto de vista.

    Un gran abrazo y saludos a Sergio.

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