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Por cierto que he aprendido que el primer día de primavera no es precisamente el primer día primaveral. Técnicamente, el 20 o 21 de marzo se inicia la estación, pero aquí aún puede nevar
en esta fecha. Creo que fue a finales de abril cuando mis ojos empezaron a deleitarse con los vivos colores de la primavera.
Entonces hay que comprender por qué los montrealenses enloquecen cuando el sol quema, cuando la brisa es cálida y cuando sólo hace falta vestir ropa bien ligera para salir de casa. No importa si se está esperando el autobús, bien vale el momento al aire libre para que muchos cierren sus ojos y eleven su rostro alabando al astro rey.
De hecho, cuando camino por la calle me siento a veces como en un malecón, donde la gente va de un lado a otro con lindos sombreros, lentes de sol, pantalones cortos, faldas y olor a protector solar. Pareciera un día feriado o vacacional, pero no; se trata de una jornada normal, con un calor anormal.
Los fines de semana es común ver a las familias yendo hacia alguno de los cien parques -sin exagerar- que hay aquí, o a un sitio turístico, o a una terraza de algún local, o al menos instalándose cómodamente en sus propios balcones. Los espacios verdes están concebidos para que las personas estén en ellos y los disfruten.
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Fotos -como siempre- cortesía de mi amado esposo: http://500px.com/jpphotographe/sets |
Este “sueño en verde” fue una de las no pocas cosas que vine buscando a este país; y es que además de su gentil y engalanadora belleza, está la tranquilidad y seguridad que transmiten, amén de la cordialidad con la que invitan a que uno se les acerque y comulgue en paz con la madre naturaleza.
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