julio 31, 2012

Cuando se vive una lectura

Uno de estos días entré en una tienda de una famosa cadena de librerías en Montréal y nadé entre aquel mar o, mejor dicho, océano de libros y no era capaz de decidirme por alguno. Pasadas unas horas regresé a la casa y mi esposo me dice curioso, “a ver, qué libro te compraste”, y le dije: “Ninguno”. Él arrugó el entrecejo y me miró incrédulo. La realidad es que quedé con la mente saturada y paralizada ante tal avalancha de posibilidades. Esa noche me metí en el sitio web de la librería y vi algunos títulos que llamaron mi atención, por lo que volví al día siguiente ya con una preselección. O me decidía por la biografía de Mandela escrita por él mismo (a-mo las biografías), o compraba Elle s’appelait Sarah (Ella se llamaba Sara) de la francesa Tatiana de Rosnay. Éste último fue el elegido.

Siempre me he sentido muy atraída por la historia de la Segunda Guerra Mundial, y en especial muy tocada por el capítulo de horror que se escribió al someter y casi extinguir al pueblo judío. Mi nueva lectura de eso trataba, una novela narrada en primera persona por una niña de diez años que vivió los sucesos del Vél d’Hiv (Velódromo de Invierno) en la París de 1942, cuando en tiempos de La Ocupación de los alemanes, y por orden de éstos, la policía francesa hizo una redada masiva de judíos y los hacinaron en esta instalación deportiva durante largos días. Más tarde, fueron llevados a los campos de concentración.

Ese relato se cuenta de forma simultánea con la vida de una periodista americana residenciada en Francia, y que por trabajo debe investigar sobre los sucesos del Vél d’Hiv para escribir un reportaje de cara a la conmemoración de esa fecha. A propósito de ello, se develan dolorosas coincidencias que explican cómo es que los caminos de estas dos protagonistas se cruzan. La autora de esta obra es, en mi humilde juicio, una maestra en el arte de dibujar imágenes con las palabras.

Mientras yo leía el libro realmente estaba viendo las cosas ocurrir. Era como si yo hubiese estado presente en cada escena (algunas terriblemente duras) como testigo invisible. Esto hizo de esta lectura toda una vivencia, y eso fue lo que me movió a venir aquí a "La esquina azul" y contarlo. Hace ya un par de días que terminé de leer y aún me están revoloteando muchas imágenes y sensaciones. Fueron 400 páginas de tensión y de un deseo incontrolable de saberlo todo y aliviar mi angustia. Se me hacía eterna la espera hasta el siguiente espacio de lectura.

Por cierto que cuando llegué a Montréal, entre los primeros museos que visitamos Javier y yo estuvo uno dedicado a la memoria de las víctimas del Holocausto, pues en esta ciudad es cuantiosa la comunidad judía. Excelente exposición, acoto. Quizás si hubiese leído Elle s’appelait Sarah antes, hubiese retardado un poco la decisión de ir. Así pues, creo que está completa mi dosis de Segunda Guerra Mundial por el 2012.

En fin, realmente extraordinario mi libro. Me atrapó desde la primera línea. De hecho, es un best seller que ha sido traducido para su venta en más de 37 países. Ahora lo que necesito es una obra bien fresca, corta y ligera para cerrar el verano… ¿Alguna recomendación?


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