En una tierra de inmigrantes como Canadá, la pregunta ¿de dónde vienes tú? es la variable infaltable de casi cualquier conversación que se entable con algún extraño. Y ante la respuesta muy sentida y orgullosa “de Venezuela”, que hace además un eco infinito en el alma cuando se pronuncia, y desata un sinfín de imágenes y sentimientos a la velocidad de la luz, ocurre con frecuencia la misma reacción; el mismo gesto de quien se lamenta por algo que no marchó bien, el mismo lugar común de “he oído que es un país muy bello, lástima que…”.
Honrar a mi tierra no es negar la asfixiante crisis general que atraviesa y que ha lanzado en caída libre la calidad de vida del venezolano. Honrar a mi país, tampoco es abonar su dolor con recurrentes narraciones de lo difícil de vivir allí, dándole rienda suelta al verbo cómodo y morboso de quien critica desde lejos. No puede olvidarse que en ese país aún están nuestros afectos, exponiéndose y batallando a diario.
Honrar a Venezuela es respetar su intimidad y su complejo tránsito actual, y es tratar siempre de dejar en la mente del extranjero que se interesa por saber de ella, una pincelada de color que fije la generosidad de nuestro país, la alegría crónica que nos distingue y que ha sido antídoto para esta etapa amarga, los valores de la familia y la hermandad, el paraíso natural que se encuentra en esa esquina del planeta donde tuvimos la fortuna de nacer.
Cuando entregamos un poco de nuestro país con franqueza y con amor, la satisfacción de haberlo hecho es lo que nos confirma en nuestro corazón que lo estamos honrando. Hace poco una compañera de trabajo y yo, ambas venezolanas, organizamos un almuerzo con comida, ambientación y hasta música venezolanas. Elaboramos un video con hermosas fotos de paisajes, nombres de ciudades, símbolos patrios. Qué delicia fue presumir de Venezuela.
Ser agradecidos con nuestro país de adopción es también una manera de llevar en alto la imagen del suelo natal. Integrarnos, darnos a nuestra nueva tierra y comportarnos a la altura de las oportunidades que nos ofrece, es reflejar también nuestra gentileza (y jamás la viveza) criolla.
Por eso, me propongo honrarte con mi lengua, y mostrar lo mejor de ti con el empuje, el guáramo y la pasión que doy en cada paso de esta exigente y maravillosa experiencia de vivir lejos de ti, Venezuela.
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