Hace unos días estaba conversando con un venezolano que vive en Montreal desde hace veintidós años. Llegó, como tantos de nosotros, casado y con muchas metas. Tal cual como lo planeó, aquí estudió su posgrado, tuvo sus hijos y compró su casa. Sin embargo, tras un suspiro al que le siguió una mirada melancólica, de pronto me dijo “pero sabes que, al final, yo no me siento ni de aquí ni de allá”.
Yo empecé a mirarlo diferente, sin que él lo notara, ya no como una simple paisana con quien se tropezó sino como alguien que deseaba saber más de él y de su testimonio para poder comprender el significado de esa frase tan lapidaria para mis oídos entusiastas, y mi auto-lección diaria de “la actitud lo es todo en la vida”. La conversación no pudo extenderse lo suficiente como para que yo saciara mi necesidad de escuchar activa y atentamente la historia detrás de esa sentencia, por lo que el tema se me quedó en la cabeza dando vueltas.
Pensaba entonces en muchas hipótesis. Que ni Venezuela ni Canadá eran los mismos hace dos décadas. Que las exigencias para emigrar cambiaron drásticamente en ese tiempo. Que la visión del mundo y el acceso a él no tienen patrón de comparación en ambos momentos. Que hoy se habla de Inteligencia Migratoria y en aquella época quizás primaba el instinto y la aventura. Que más allá de todo análisis, en definitiva cada persona es diferente por lo que también lo es cada experiencia sin importar cuándo haya sucedido.
En el fondo sentí fue temor de verme algún día en esa posición. Para mí, que soy pichón de inmigrante, hasta ahora no había cabido la idea de que, a la vuelta de los años, podía no sentir a Canadá como parte de mí también. Estamos claros, el vínculo con mi amada Venezuela es irrompible y eso jamás cambiará, porque es cierto que la relación que uno tiene con la tierra que lo vio nacer nos marca -afortunadamente- para siempre. Pero, ¿será tan difícil desarrollar sentido de pertenencia en otro suelo? La respuesta más inmediata que me viene a la mente es que se trata de nuestra actitud.
Recuerdo que como parte del largo proceso para obtener la visa, mi esposo y yo debimos estudiar bastante sobre Canadá y su provincia Québec. Respondimos un extenso cuestionario sobre toda suerte de interrogantes para estar preparados para nuestra entrevista en la embajada. Una de esas preguntas decía, ¿cómo piensa integrarse a la nueva cultura? Y la respuesta era clara: Estar abiertos a conocer el país, sus provincias y ciudades, aprovechar las herramientas que el gobierno ofrece gratuitamente en materia laboral y ciudadana para ser más eficaces en nuestro establecimiento, consolidar el uso de los idiomas, disfrutar de las manifestaciones culturales, recorrer sus espacios verdes, vivir sus valores hasta hacerlos nuestros, echar raíces, etc.
Como esa pregunta, docenas más. Ese ejercicio nos llevó a tener un plan y a aterrizar en suelo canadiense con una idea lo más cercana que pudimos de lo que sería nuestro inicio. Suena sencillo. En la práctica se encuentran obstáculos, pero ¿quién dijo que no habría? Lo relevante es que cada quien a su ritmo, y según su propia suerte, va encontrando el camino. Todos (los que de verdad lo desean) al final lo logran. Pero surge la duda de si también llegará la mayoría a querer a esta tierra. Hasta ahora considero que reúne los méritos, y que si está en nosotros la disposición a hacerlo, terminará por pasar y seremos aún más ricos pues reuniremos en nuestro corazón el amor y la pertenencia por dos naciones que habrán aportado a nuestras vidas sus mejores herencias.
En fin, ojalá no me equivoque. Al menos tengo la conciencia despierta y la más grande disposición a conservar lo mejor de allá (de mi entrañable Venezuela) y llegar a querer lo que soy y seré aquí. El tiempo dirá lo demás.
Hola Vero, que interesante reflexion, y sobre todo, que bueno que siempre conservas tu manera tan positiva de ver las cosas. Despues de casi 7 inviernos en este pais, la verdad todavia tengo "mixed feelings"...
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Leonor, bueno... esos mixed feelings son muy humanos y lógicos. Creo que en el fondo, todos los sentimos. Quizás mi deseo es poder manejarlos para que la balanza siempre se incline más a favor de la vida que vaya construyendo aquí, y así sentir más paz y bienestar. Un abrazote.
ResponderEliminarVero amada : siento que al correr del tiempo ustedes se adaptarán e identificarán con ese hermoso país que les abrió las puertas y guardarán en sus corazones los inolvidables sentimientos por la " entrañable " Venezuela.
ResponderEliminarTe quiero mucho...
Adelante ! ! !
Gracias mami por siempre estar ahí. TA.
ResponderEliminarDe alguna forma u otra creo que muchos pasmos por ahi, fijate lo que puse hace unos dias en mi twitter http://ow.ly/j7Nub (ojo la frase no es mia sino de Facundo Cabral )
ResponderEliminarFacundo, genial como siempre. Hay gente que me ha comentado que una vez emigras la primera vez, uno entra en un ciclo de cambio y de movimientos constantes. Si me llega a suceder, vamos a ver cómo manejo mi necesidad de estabilidad y mis deseos de sentir pertenencia y evitar más nostalgias.
ResponderEliminarGracias Álvaro por venir aquí y leerme. Nos estamos leyendo ;)