agosto 12, 2013

Plenamente inmigrante

Salir de las entrañas de la tierra que nos vio nacer y empezar una nueva vida en otro lugar es, definitivamente, una de las experiencias que más nos sacuden y nos reordenan por dentro. Visto con los lentes del optimismo y la amplitud del ser, podría definirse como un inmenso privilegio que algunos tomamos el riesgo de ir a buscar.

En mi caso, ha sido también la maravillosa oportunidad de bajar la velocidad del camino y poder detenerme a vivir, y, más aún, hacerlo inmersa en un ambiente que brinda sosiego y certidumbre. Así lo imaginaba, así sentía la necesidad de que fuera y así lo estoy disfrutando gracias a la Divinidad.

Lo cierto es que llegué a Montreal con mucha disposición al cambio y abierta a la experiencia transformadora que estaba por empezar. Un año y medio ha pasado y hoy lo que siento es plenitud. He aprendido a conjugar mejor los verbos crecer, tolerar y respetar. He amansado mi ego criollo, y hoy veo el mundo de muchos más colores y dimensiones. Ahora siento que hago “camino al andar”, sin prisa.

Entonces la inspiración me tomó por asalto y lo que me provoca es secuestrar ese estado de ánimo y mantenerme en ese clímax de creatividad generalizada por el mayor tiempo posible. Una seguidilla de ideas que sólo de tomar forma en la mente ya producen placer y motivación.

Parte de ello me hizo, por ejemplo, zambullirme de manera más profunda en mi práctica de la repostería y me decidí a hacer este verano un curso tan magnífico como divertido. El primero de los que vendrán. Y es que no solo me da gran satisfacción decorar tortas, sino que me conecta mucho con tantos dulces recuerdos que atesoro junto a las grandes mujeres de mi vida (de eso también escribí aquí).



Y como si fuera poco, tenemos en casa la linda visita de mi mamá, a quien recibimos con todo el cariño y esmero que fue posible.




Una sola frase para terminar este post: Gracias, Padre, por tanto.


5 comentarios:

  1. Me alegro mucho que las cosas te sean propicias en ese precioso país en el que tuve la suerte de vivir hace bastantes años, como tu llegué de Caracas en una época en que se podía vivir allá,fui para aprender Inglés y me regresé, pero me di cuenta cuando llegué que me debía adaptar sin comparar, como si fuera otro mundo totalmente diferente, bueno, en realidad lo es.
    Les deseo mucha felicidad.
    Besos y salud

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    1. Gracias Genín. También concuerdo contigo en que el secreto es abrirse y adaptarse a un nuevo mundo. Valorando lo dejado y apreciando lo encontrado. Un abrazo grande.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Hola Vero
    Que maravilla tu estado creativo y tus tortas Dios mio, que belleza. Que suerte tienes de recibir a tu mama y lo mas lindo, hacerlo con esmero. Me gusta esa palabra y esa expresión.
    Sobre la plenitud, me conmueve y me alegra que así te sientas en este país que nos ha acogido con tanta generosidad. Yo tarde en adaptarme, tenia muchos apegos en Venezuela, entre ellos mi mama, que ya no esta, pero ya ahora estoy muy feliz en este amable ( y frio a veces) rincón del mundo.
    Un abrazo

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  4. Leo, gracias por siempre venir y dejarme palabras hermosas y honestas. Me alegra saber que llegó para ti también la plenitud de residir en este país. Todo llega en el momento justo para cada quien en esta vida. No antes. No después. Un mega abrazo.

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